sábado, 18 de julio de 2009

Piel de serpiente

Silencio. No hay movimiento. Nada. Sólo la serpiente y la rata. Durante días se han mirado los rostros, como dos que se aman. Un cruel letargo. Se conocen, se han buscado. La serpiente no quiere besar a la rata, con ese beso último, mortuorio. Quiere cambiar y cambia, la piel de punta a punta, y es la piel la que la cambia, en su margen más profunda. Chilla la rata y chilla, temiendo lo que le espera, mientras la serpiente la retiene con el cuerpo hecho madeja. Sueña con volar y sueña, la serpiente con el cielo inalcanzable, para, ella, la rastrera incesante. Ella quiere a esa rata y ha jurado cuidarla de cualquier ofensa. No puede contenerse. Abre su boca y clava, sus colmillos de sal de punta a punta, sobre su lengua afilada, por la amargura que junta. El veneno no tarda en actuar y sólo deja a la rata con su pregunta.

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