martes, 2 de junio de 2009

Ante tanto rosa

Ante tanto rosa,
Prefiero el negro.
Ante tanta risa,
El grito.
Ante tanto rezo,
La blasfemia.
Antes las mentiras
El silencio.
Ante el silencio,
El grito.

Elijo arder en el hielo,
antes que consumirme en el fuego.

Donde tus cariños
son sólo adioses.
Donde está apostada
tu partida.
Aclararé lo tantos,
que han sido tantos
que he provocado.

Me ves en este estado.
Que te espanto.
¿Es mi maquillaje corrido?
¿Es mi vestido rasgado?
¿Es este aliento anodino?
¿Este cuerpo marcado?
¿O es mi orgullo lastimado?

Ante tanto rojo,
Elegís el frío.
Ante la sangre ,
La sed.
Ante lo nuevo,
Lo marchito.
Ante el orgullo,
El placer.

Y así es como debe ser.

Desperté

Desperté.
Del alivio de la nada
Una noche encantada en la mañana agria.
Sentí
el rocío púrpura
de la miel
antes de su existencia.
Y caí
en los abismos de la inconsciencia.

Desperté
Ritmo asonante de la inocencia.
Frecuencia aguda,
Torpe e insegura,
Lo que mi cuerpo augura
No es paz, ni rito ni sentencia.

Desperté
Y del alivió de la nada
Nada quedó.
El desagrado trae su sabor amargo.
Y la vergüenza de no haber esperado nada,
de no querer nada,
de no haber sabido nada,
se evapora ante tu mirada
que me juzga.

La duda
Que en tus labios se esboza
Se quiebra ante la penitencia
De mis pupilas.
La falta de obediencia.
Pobre corazón, no tiembles,
no te rompas,
Al ver el sol de la conciencia.

La bronca de la cobardía pone sólo una semilla.

Desperté.
Es todo y nada a la vez.
Hablemos de despertar,
por favor,
nunca de soñar.
Que nunca he de soñar.
Y sólo eso ha de importar.