sábado, 19 de julio de 2008

Mundo melón

Ay, mundo melón, sin sabor, hueco por dentro. Sos todo ilusión. No hay nada. Y este gusto anodino mata. Esconde una verdad amarga. La vida se escapa como el agua. Soy el mar tormentoso. Destruiré tu escafandra. Lo siento. El que rompe, paga. Lo decían los letreros. Te reíste. Perdiste. No sos tan audaz ahora. Ya nada te parece emocionante. Mirá, tus amigos caminan de prisa. Sos la sombra de lo que recuerda. Cuerda. Atamos. Estrangulamos lo que más cuidábamos. ¿Qué era? Lo olvidamos. No importa. Está bien que nos chupe un huevo. Está adentro. Hace tiempo que choca contra el cascarón. Lo sabe. Quiere ser como el ave, que rompe las paredes que la encierran y emprende vuelo. No se atreve. No será capaz. Aún. Me elevo. Soy rocío. Desciendo en la mañana ácida. Atravieso los surcos de la tierra. Me fundo con ella. Somos uno. Latimos al mismo compás, al mismo tiempo. Lo siento. La alimento. Es tan voraz. Absorbe mi cuerpo. No se detendrá. Tampoco lo pretendo. Traga, traga sin parar. Me elevo. En el aire. La palabra muda en el viento. Penetrará tu oído. Sé el final. Una cicatriz borrada para el mundo habrás sido. Y todo seguirá igual, sin sentido. Por favor, baja el telón, ay, mundo melón.

viernes, 11 de julio de 2008

solo sombras

Cuando es de noche, sos la noche. De día sólo una sombra, como yo, sin color y sin forma. Acá termina. Esto acaba mal. Tiene un arma y la va a usar. Esta farsa ya no divierte. Todos lo pueden ver. Todos lo advierten. El pesar de dos cuerpos que se resienten. Un manto oscuro, nuestro silencio, que envuelve y absorbe insaciable. Sangre, siempre sangre, tu pedido. Ya mis venas están secas de quererte. No tiene sentido. A fuerza de pasiones, fuego. Enciende, arde, consume y extingue. Todos conocemos tu tonto juego. Esta vez serás la llama y el muerto. Las cenizas serán de los dos, ese es tu acuerdo. Atravesás la carne una vez más. Arrancás tu propia piel y bebés tu sangre. Ególatra hasta en el hambre. Ya no queda nada. Un grito agudo en la lejanía. Es la noche, él, que se aproxima.

sábado, 5 de julio de 2008

A un estimado Sr. B:

Hoy me ha ofendido, Sr. B. Sin razón, sin un por qué. Quizás no fue su intención, pero su manera de hablar, ofensiva por demás, me ha sobrepasado. Por imbécil, no lo he puesto en su lugar, Sr. B, ha sido mi error, por eso le pido perdón. ¿Por qué le contesto por escrito, Sr. B? No lo sé. ¿Escucharía acaso mis palabras? No. ¿Leerá lo que tengo para decirle? Quizás. ¿Entenderá lo que digo? Eso no lo creo, Sr. B, y tampoco haré el intento. Si Ud. no entiende, problema suyo, arrégleselas, no me rebajaré más a su nivel, sepa comprender.
Espero que no malinterprete estas palabras que no leerá, Sr. B, no pretendo ofenderlo. Me apiado de Ud. Debe ser terriblemente aburrido recorrer el mundo con el pesar tan profundo de quien todo lo sabe. Debe serle cómodo el universo de la pantalla. Es tan bidimensional como su vida, Sr. B. Tendré que pedirle que cuelgue su toga ficticia la próxima vez que se dirija a mí. Y, por favor, trate de disimular que no entiende los chistes. Eso no lo hace ver ni cómico ni interesante, tan sólo estúpido.
¿Existe Ud., Sr. B? Evidentemente, y existen muchos como Ud. Su mundo cuadrado parece perfecto y aburrido en este momento, sin embargo, cuando el reloj se vuelva a frenar, la decimonovena campanada retumbará en su oído izquierdo. Entonces la duda zamarreará su hombro derecho, pero no se asuste, Sr. B, Ud. no sentirá nada. Ella tiene demasiadas dimensiones para su mundo. A la siguiente campanada, Ud. se hundirá en su insufrible omnisciencia de siempre, mas temo que la vibración persistirá.